Es el titular de moda. Desde que la ecuatoriana afincada en Valencia anunciara la subasta pública de su virginidad se ha iniciado una carrera que, en plena crisis económica, se convierte en un refugio para quienes desean crecer rápidamente sacrificando su pureza virginal. No es de extrañar que dadas las cosas así no sea ésta una estratagema más para ingresar pingües beneficios a costa del todo por conseguir unos fines.
Una nueva manera de prostituirse sale a subasta y sólo el mejor postor está en disposición de adquirir a su selecta virgen. Lo veo leyendo en una página web de redes sociales y no creo que sea la única. En tiempos de necesidad la mecha de la propagación de ideas prende rápido.
Ni la crisis ni el deseo deben prohibir el derecho de uso del cuerpo de cada uno. Es mi manera de reivindicar que quien quiera haga cuánto le plazca con aquello que le dieron sus padres. Más allá de redes de prostitución existen quienes a título personal viven de su cuerpo por manifiesto deseo. Y si el negocio funciona es porque la demanda la sostiene. Seamos felices, comamos perdices y forniquemos libremente, gratis o apoquinando.
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