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Saturday, 25 July 2009

Subasto mi virginidad

Es el titular de moda. Desde que la ecuatoriana afincada en Valencia anunciara la subasta pública de su virginidad se ha iniciado una carrera que, en plena crisis económica, se convierte en un refugio para quienes desean crecer rápidamente sacrificando su pureza virginal. No es de extrañar que dadas las cosas así no sea ésta una estratagema más para ingresar pingües beneficios a costa del todo por conseguir unos fines.
Una nueva manera de prostituirse sale a subasta y sólo el mejor postor está en disposición de adquirir a su selecta virgen. Lo veo leyendo en una página web de redes sociales y no creo que sea la única. En tiempos de necesidad la mecha de la propagación de ideas prende rápido.
Ni la crisis ni el deseo deben prohibir el derecho de uso del cuerpo de cada uno. Es mi manera de reivindicar que quien quiera haga cuánto le plazca con aquello que le dieron sus padres. Más allá de redes de prostitución existen quienes a título personal viven de su cuerpo por manifiesto deseo. Y si el negocio funciona es porque la demanda la sostiene. Seamos felices, comamos perdices y forniquemos libremente, gratis o apoquinando.

Tuesday, 25 September 2007

Cibersexo en una red perniciosa

Hace unos meses supe de la gran revolución que están trayendo las nuevas tecnologías en la satisfacción de nuestras necesidades afectivas. Lo que parecía excepcional está ganando vida
Todo vino a raíz de una conversación que mantuve con un amigo que me relataba las alteraciones que Internet conlleva en sus prácticas sexuales. La red como punto de encuentro virtual para la estimulación, el cibersexo en una red perniciosa.
Las videoconferencias en directo añaden morbosidad a la comunicación y el fracaso de una relación real, el placer de sentirse codiciados y la pérdida de la vergüenza por la distancia de los interlocutores multiplica la emergencia de nuevos ejercicios en red.
La nueva en mi pueblo pone de relieve la ingenuidad y candidez de muchos de quienes se refugian en la red. Al parecer, una señorita se estimulaba con la webcam activada para agradar al navegante que permanecía al otro lado, mientras éste grababa el espectáculo. Las secuencias parecen ser 100% explícitas –el tipo colgó el vídeo en la red y el rumor en el pueblo es más veloz que la luz- y la adolescente que iniciaba carrera universitaria se ha visto obligada a migrar. Ya saben que cuánto menor es un pueblo mayor es la presión a la que se ven sometidos sus habitantes por eso de que siempre hay alguien detrás censurando nuestros pasos.
No se trata de criminalizar a la niña ni de compararlo con la pornografía que todo mayor de edad ha visto a través de la red en alguna etapa de su vida. Ni lo uno ni lo otro forma parte de la perversión. Internet sustituye viejos hábitos. A nuevos tiempos nuevos riesgos, pero resulta que esta última parte no está lo suficientemente implantada en la conciencia del internauta. Los juegos pueden volverse contra nosotros cuando salta al ruedo público la intimidad. Ha pasado con la inocente y no será la última. Parejas que rompen aprovechan la Red para vengarse difundiendo un vídeo de contenido sexual en el que aparecen sus ex. El daño es irreparable si se tiene en cuenta la rapidez de las descargas. En cuestión de horas se arruina la carrera de alguien desde que Internet prolifera en casas particulares.
La crueldad adquiere nuevas dimensiones si se tiene presente la difusión de sus datos personales. Ella no volverá a ser la misma y él sin embargo tendrá el perdón –incluso la enhorabuena por colgar el vídeo- de todo su entorno. La red pervierte, pero además premia al pervertido.