Hace unos meses supe de la gran revolución que están trayendo las nuevas tecnologías en la satisfacción de nuestras necesidades afectivas. Lo que parecía excepcional está ganando vida
Todo vino a raíz de una conversación que mantuve con un amigo que me relataba las alteraciones que Internet conlleva en sus prácticas sexuales. La red como punto de encuentro virtual para la estimulación, el cibersexo en una red perniciosa.
Las videoconferencias en directo añaden morbosidad a la comunicación y el fracaso de una relación real, el placer de sentirse codiciados y la pérdida de la vergüenza por la distancia de los interlocutores multiplica la emergencia de nuevos ejercicios en red.
La nueva en mi pueblo pone de relieve la ingenuidad y candidez de muchos de quienes se refugian en la red. Al parecer, una señorita se estimulaba con la webcam activada para agradar al navegante que permanecía al otro lado, mientras éste grababa el espectáculo. Las secuencias parecen ser 100% explícitas –el tipo colgó el vídeo en la red y el rumor en el pueblo es más veloz que la luz- y la adolescente que iniciaba carrera universitaria se ha visto obligada a migrar. Ya saben que cuánto menor es un pueblo mayor es la presión a la que se ven sometidos sus habitantes por eso de que siempre hay alguien detrás censurando nuestros pasos.
No se trata de criminalizar a la niña ni de compararlo con la pornografía que todo mayor de edad ha visto a través de la red en alguna etapa de su vida. Ni lo uno ni lo otro forma parte de la perversión. Internet sustituye viejos hábitos. A nuevos tiempos nuevos riesgos, pero resulta que esta última parte no está lo suficientemente implantada en la conciencia del internauta. Los juegos pueden volverse contra nosotros cuando salta al ruedo público la intimidad. Ha pasado con la inocente y no será la última. Parejas que rompen aprovechan la Red para vengarse difundiendo un vídeo de contenido sexual en el que aparecen sus ex. El daño es irreparable si se tiene en cuenta la rapidez de las descargas. En cuestión de horas se arruina la carrera de alguien desde que Internet prolifera en casas particulares.
La crueldad adquiere nuevas dimensiones si se tiene presente la difusión de sus datos personales. Ella no volverá a ser la misma y él sin embargo tendrá el perdón –incluso la enhorabuena por colgar el vídeo- de todo su entorno. La red pervierte, pero además premia al pervertido.
1 comment:
Es valiente publicar un artículo sobre un tema tan escabroso, confío en que continúes "apretando en la llaga".
No estoy de acuerdo, sin embargo, en que Internet premie al pervertido, como dices. Internet es ante todo una red de personas, no de máquinas, así que es tan buena o tan mala como la sociedad que maneja las máquinas, meras herramientas de la comunicación humana.
Por cada caso como el de esta chica en su pueblo, puede haber otro millar de casos que no salen a la luz por satisfactorios, de cónyuges que videoconferencian por internet manteniendo una relación sana, de parejas jóvenes que exploran nuevos territorios...
Tampoco estoy de acuerdo del todo con que el hecho de que se publique un vídeo íntimo la vista de todo el mundo tenga necesariamente que acabar con la carrera de una persona; a veces la impulsa pues basta con acercarse a ver el famoseo más granado de la prensa rosa.
El hecho no parece ser tan transcendente pues de cualquier modo, será rápidamente olvidado en favor del nuevo cotilleo del patio trasero virtual de la Red, léase YouTube.
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