
…Y en una buena acción demostráramos que sabemos perdonar y hacer de cuenta que nunca pasó aquello que nos distanció, si aprendiéramos a arrastrar las patas como ya quisieran muchos cangrejos, si dedicáramos una vez a la semana a decirnos “hola, hoy me acordé de ti y por eso es que te escribo”, si amar fuera tan fácil como garabatear en papel y, sonreír, el oxígeno que necesita uno para vivir. Si esperáramos menos de los demás y más de uno mismo, si en tu vuelta a mí hallara el mayor agradecimiento, si sincronizáramos nuestros relojes y a un mismo latido chocaran nuestros corazones. Si en la mirada reflejara la alegría del reencuentro… Por encima de las tristezas que nos cercaron una vez, de los desencuentros en los que nos enredamos y el carácter tan difícil por el que descarrilamos en alguna ocasión, hoy tenemos bien presente que la peor elección sería borrar al otro por un asunto del pasado. Con lo que llegamos a ser, hoy sabemos que nos fortalece aceptar quienes somos sin importarnos con quien estemos. Escapas de medidas porque sigue sin haber balanza capaz, al igual sucede con la estupidez de muchos de mis comportamientos, como con los excesos con los que acojo los tuyos. Si te abracé una vez permíteme que no sea la última.