Se avecinan cambios, sobrevienen nuevas necesidades, mayores ocupaciones que demandan mayores dedicaciones y responsabilidades en lo laboral, que exigen de cada uno estar a la altura de la competitividad que impone el mercado. Son aires nuevos en tiempos revueltos.
Y frente a los nuevos tiempos siguen existiendo filosofías que a todas luces revelan ser improductivas: más horas nunca significaron más calidad. Por el contrario, la motivación, la confianza que deposita el directivo en el empleado, la compensación moral por un trabajo bien hecho o un pico coronado, suman más productividad que jornadas extenuantes. ¿Acaso alguien se ha parado a pensar alguna vez el número de distracciones que supone a un trabajador la inestabilidad de su puesto? Valga el viejo dicho que reza “no hay peor ciego que el que no quiere ver”.
Aviso para navegantes: Si hiciéramos valer el trabajo del proletariado delante del patrón sin envidias (promoción), si sintiéramos el lugar de trabajo como nuestro segundo hogar (confianza), si trabajáramos por comunicar fluidamente a través de canales creados ad hoc, el rendimiento laboral desempeñaría un papel protagonista . Faltan líderes que crean en sí sin complejos todavía, que no duden cuando conjeturan si están en el sitio por su trabajo propio o por mérito ajeno.
A pesar de mi corta edad y experiencia, veo todos los días una realidad que guarda un símil con el trabajo realizado en una panadería: seguimos queriendo sacar dos panes de la masa con la que ayer hacíamos uno, con ingredientes de peor calidad; reducimos a la mitad el equipo de panaderos para hornear las masas y mantenemos el precio. Lo mejor de todo es que si se quema el pan la culpa es del panadero, por engañar al empresario y carecer de menos brazos que Vishnú.
El actual escenario de crisis no viene a significar otra cosa que renuevo, reforma, reciclaje y cada vez más los mejor preparados son los llamados a ocupar un puesto merecido, porque es difícil seguir confiando en quien da órdenes por radiocontrol para que el navío embista contra las olas en marejada y después castigar a la tripulación por la osadía de tamaña estupidez si la embarcación encalla.
Es momento de decidir si queremos liderar esta carrera o si, por el contrario, deseamos seguir formando parte del pelotón. ¡El relevo es tuyo!
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