Hace unos días recibí un chiste por email que hacía burla de la productividad de los funcionarios en clave hiperbólica. Me acordé de él con motivo de un fraude en el Europarlamento.
Dos leones huyeron del jardín zoológico. En la huida cada uno partió con rumbo diferente. Uno fue para la selva y el otro para el centro de la ciudad. Los buscaron por todos lados, y nadie los encontró.
Después de un mes y para sorpresa de todos, volvió el león que había huido para la selva. Regresó flaco, famélico y febril. Fue reconducido a la jaula.
Pasaron ocho meses y nadie se acordó del león que había ido para el centro de la ciudad hasta que un día el león fue recapturado y llevado al zoo. Estaba gordo, sano y desbordante de salud.
Al ponerlos juntos, el león que huyó para la selva le pregunta a su colega:
- ¿Cómo estuviste en la ciudad tanto tiempo, y regresas tan bien de salud? Yo fui a la selva y tuve que regresar porque casi no encontraba qué comer.
El otro león le explicó:
- Me armé de coraje y fui a esconderme a un Organismo Público. Cada día me comía a un funcionario y nadie advertía su ausencia.
- ¿Y por qué regresaste?… ¿se acabaron los funcionarios?.
- Nada de eso. Los funcionarios públicos nunca se acaban. Sucede que cometí un error gravísimo. Ya había comido a un director general, dos superintendentes, cinco adjuntos, tres coordinadores, diez asesores, doce jefes de sección, quince jefes de división, cincuenta secretarias, docenas de funcionarios, y nadie los dio por desaparecidos. Pero el día que me comí al que servía el café… ¡¡se jodió todo!!
No es la primera vez que hago lucha en este blog contra la obesidad de la Administración y si vuelvo a este tema es porque acabo de leer la revelación de las tretas de las que se valen los eurodiputados para cobrar dietas sin trabajar.
Este asunto tiene que crispar los ánimos de la población parada porque constituye una burla al sistema, que lo consiente, y una falta absoluta de respeto al misérrimo ciudadano.
Las pellas en el Europarlamento no es una noticia novedosa, ya que en 2005 el diputado austriaco Hans Peter Martin sacó a la luz pública este tipo de prácticas. Pocas medidas tienen que haberse adoptado para que ahora la eurodiputada británica Nikki Sinclaire haya destapado más casos, entre los que se encuentra la diputada española Eider Gardiazabal.
La cantidad que perciben por fichar no es desdeñable (unos 300 euros en concepto de dietas). Para entenderlo mejor, en España el sueldo mínimo interprofesional es de 641 euros para 2011. Pero la impunidad con la que actúan los pícaros europarlamentarios debe ser la razón por la que estas triquiñuelas parecen no conocer fin.
En un momento de incertidumbre económica como el que atravesamos y que obliga a muchas familias a apretarse el cinturón, conductas como las de ciertos funcionarios que escapan de sus obligaciones después de pasar la tarjeta para engordar sus cuentas no sólo tienen que ser censurables y saldarse con la dimisión del cargo sino que debe inhabilitar para la continuidad en el ejercicio de la política.
Dos leones huyeron del jardín zoológico. En la huida cada uno partió con rumbo diferente. Uno fue para la selva y el otro para el centro de la ciudad. Los buscaron por todos lados, y nadie los encontró.
Después de un mes y para sorpresa de todos, volvió el león que había huido para la selva. Regresó flaco, famélico y febril. Fue reconducido a la jaula.
Pasaron ocho meses y nadie se acordó del león que había ido para el centro de la ciudad hasta que un día el león fue recapturado y llevado al zoo. Estaba gordo, sano y desbordante de salud.
Al ponerlos juntos, el león que huyó para la selva le pregunta a su colega:
- ¿Cómo estuviste en la ciudad tanto tiempo, y regresas tan bien de salud? Yo fui a la selva y tuve que regresar porque casi no encontraba qué comer.
El otro león le explicó:
- Me armé de coraje y fui a esconderme a un Organismo Público. Cada día me comía a un funcionario y nadie advertía su ausencia.
- ¿Y por qué regresaste?… ¿se acabaron los funcionarios?.
- Nada de eso. Los funcionarios públicos nunca se acaban. Sucede que cometí un error gravísimo. Ya había comido a un director general, dos superintendentes, cinco adjuntos, tres coordinadores, diez asesores, doce jefes de sección, quince jefes de división, cincuenta secretarias, docenas de funcionarios, y nadie los dio por desaparecidos. Pero el día que me comí al que servía el café… ¡¡se jodió todo!!
No es la primera vez que hago lucha en este blog contra la obesidad de la Administración y si vuelvo a este tema es porque acabo de leer la revelación de las tretas de las que se valen los eurodiputados para cobrar dietas sin trabajar.
Este asunto tiene que crispar los ánimos de la población parada porque constituye una burla al sistema, que lo consiente, y una falta absoluta de respeto al misérrimo ciudadano.
Las pellas en el Europarlamento no es una noticia novedosa, ya que en 2005 el diputado austriaco Hans Peter Martin sacó a la luz pública este tipo de prácticas. Pocas medidas tienen que haberse adoptado para que ahora la eurodiputada británica Nikki Sinclaire haya destapado más casos, entre los que se encuentra la diputada española Eider Gardiazabal.
La cantidad que perciben por fichar no es desdeñable (unos 300 euros en concepto de dietas). Para entenderlo mejor, en España el sueldo mínimo interprofesional es de 641 euros para 2011. Pero la impunidad con la que actúan los pícaros europarlamentarios debe ser la razón por la que estas triquiñuelas parecen no conocer fin.
En un momento de incertidumbre económica como el que atravesamos y que obliga a muchas familias a apretarse el cinturón, conductas como las de ciertos funcionarios que escapan de sus obligaciones después de pasar la tarjeta para engordar sus cuentas no sólo tienen que ser censurables y saldarse con la dimisión del cargo sino que debe inhabilitar para la continuidad en el ejercicio de la política.
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